viernes, 10 de agosto de 2012

Rumbo a lo inefable

Yace, dormido, de cara al cielo

vigilando la savia morada
de otros tantos que ya partieron.
El letargo ha cumplido la misión 
de llevarte a otros reinos, 
de cambiar el aposento 
por nubes delicadas 
que siempre tu admirabas. 
Al aciago gobernó la paz
que tus hijos cohibían;
alma que prendió vuelo
a lugares innominables.
Y aquella superficial modorra
al que te enfrentabas
izó alas y clamó por ti.
Estabas al borde del colapso,
sació sus ganas
y apurada asió tu vida.



Padre mío, escapaste de entre mis manos
como gorrión buscando el cielo;
robando el hálito de tus pulmones 
por que ya tu sangre no circulaba .
Lo lívido de tu rostro
dio noción a mis ojos
…ya partías 
y mis piernas doblegadas 
al instante más cruel de la vida,
cuando escapa de tus manos.
Busqué un bus hacia la nada
con el cuerpo eréctil,
no hubo sueños,
menos una ansiada esperanza.
Madrugaste al día 
y partiste sin que el sol te sofoque,
-entonces era huérfano-
tu letargo estampado en la mente.



Maldije a las estrellas ese día, 
pero apareciste tú
como una de aquellas.
Cada vez que la observo 
parecieran centellear 
como dirigiendo una palabra;
y yo en forma de crisálida
que un día llegará al cielo
apresuro el momento.



Me extraño a mi mismo…
con el cuerpo sabio por los años 
y el esfuerzo dedicada a la vida.



Es triste ver cuando el cuerpo se aleja eternamente, 
Más aún, teniéndote tan cerca.
sólo queda el delirio de estos versos 
-que tú sembraste-
un despertar sombrío.




Sólo queda …
…quedo tan sólo.
En forma de crisálida 
que un día buscará el cielo. 




Darío R. Portillo

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