Dejadme renacer con el brillo
sofocante del día,
con la luna a oscuras
mansas de percibir
el delicado viento
que emite tu cuerpo.
Dejadme, infinitas veces
¡dejad...!
Pues mi alma anclada
ansiosa reclama
el beso sagrado
de inquietas noches
quedadas sin fin.
Dejadme, así como ven
sin avaricias y destinos.
Sólo con la brisa de su silueta
y la estructura,
que vaga esta mente
por mucho más de un sueño.
Darío R. Portillo
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