A mí llegó la muerte
aullando su pena.
¿Quién eres, – pregunte-?
Y con voz apagada respondió:
-Hermana del sueño, pareja de la vida soy.
Amor no tengo
compasión mis huellas ofrecen,
olvido es mi apodo.
A mí llegó la muerte.
¿De dónde salió? – no lo sé.
Astuta y arma en mano
se dirigió a mí.
Sus ojos ardían,
llama era su aureola;
insepulta su cuerpo.
Atrevido pregunté:
¿qué haces aquí?
De paso vine, conmigo llevar tu sufrir.
Angustiado respondí en la partida:
¿-qué sufrir has de llevar-?
Tu cuerpo corroído por la miseria
otro cuerpo sembrada en la tuya.
Aterida sintió su boca
y de su ser salir la vida,
murió el instante; murió su inocencia.
A mí llegó la muerte
con desgarradoras ponzoñas;
no era pena
sino la insistencia
del dios sombrío
empecinada conmigo.
¡Llegó la muerte!
… a orillas
de una bahía seca de lágrimas
insepulta…como mi cuerpo.
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